Como podéis ver en esta gráfica, las enfermeras nos solemos pinchar más al manipular las agujas.
Yo ayer me pinché por primera vez al administrar insulina a un paciente. Me disponía a quitar la aguja del lápiz de insulina cuando sentí un pinchazo en el dedo índice de la mano izquierda. Me quedé en blanco y corrí hacia mi control para lavar mi dedo con agua y jabón. Mientras lavaba mi mano, empecé a llorar y a sentirme tonta por pincharme con una aguja al querer quitarla. La enfermera llamó a medicina preventiva.
Cuando llegué a medicina preventiva estaba asustada. La enfermera me dijo que teníamos que hacernos un análisis tanto yo como el paciente para saber si había peligro de contagio de alguna enfermedad. En un par de minutos supe que el paciente no tenía VIH. Tan solo teníamos que saber si había peligro de contagio de la hepatitis B. Como saberlo tarda un par de días, iban a comprobar si yo era inmune a esta enfermedad. Hoy supe que no, que a pesar de que me habían vacunado cuando era pequeña, no tenía la cantidad de anticuerpos suficientes para combatir la Hepatitis B por lo que tenía que volver a vacunarme. La doctora me tranquilizó bastante ya que el paciente está ingresado por una amputación de los dedos del pie lo que quiere decir que no es un paciente de riesgo.
A pesar de todas las charlas que dan, seguimos estando expuestas a los pinchazos porque, en mi opinión, aún no hay suficientes herramientas de seguridad para evitarlo. En mi caso, se podría haber evitado si en mi planta hubiera el dispositivo Safe remover, que facilita la eliminación de las agujas de insulina.
Espero que con el tiempo haya todas las suficientes herramientas de seguridad para que el riesgo sea menor.
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